jueves, 2 de julio de 2015

PROTAGONISTAS DE LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN

PROTAGONISTAS DE LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN

                                                  Pool Alexander Castillo Valiente


 INTRODUCCIÓN
La primera evangelización fue a menudo una demostración de fe y fuerza que llevaron a cabo una serie de intrépidos hombres. Pero para hablar de evangelización en América hay que tener en cuenta la singularísima complejidad que tuvo esta y que sus protagonistas no estuvieron ajenos a ésta. Hoy resulta obvio que el propósito esencial de la Conquista no se hubiera alcanzado sin una verdadera compenetración de los dos poderes, el temporal y el espiritual, simbiosis que no conoce mejor ejemplo en la historia. Esto diferencia sustancialmente la evangelización de América de otras evangelizaciones. La España de la conquista fue un pueblo en misión. Toda España fue evangelizadora en el siglo XVI, lo mismo los reyes que los prelados y soldados, todos los Españoles del siglo XVI parecen misioneros. Pero la evangelización se lleva a cabo a través de hombres que se convierten de una manera u otra en protagonistas de ella, así la evangelización en América tuvo sus protagonistas. Esta monografía pretende aproximarse a algunos de estos protagonistas, ya sean personas naturales o jurídicas, como es el caso de las órdenes religiosas, con una visión global, no sólo fijándose en lo este o aquel misionero hizo, sino enmarcándolo en su respectiva situación histórica, objetivando siempre los hechos. La monografía consta de dos capítulos, en el primero nos aproximaremos a aquellas personas que no estuvieron en las misiones entre indios pero cuyo aporte fue fundamental en la formación de la América Católica, se enfocará desde el punto de vista de la providencia de Dios, la participación de personajes llámese SS. Alejandro VI, los Reyes Católicos, Cristóbal Colón, entre otros. En el segundo capítulo ya hablaremos de los actores estelares de la evangelización, enmarcando siempre los problemas y dificultades históricas que les tocó vivir y su aporte en la gesta evangelizadora. El esquema seguido es ir abordando lo hecho por las distintas órdenes misioneras en América y de ellas mostrar la figura de algunos de sus miembros más eminentes. Se hará también una breve referencia a la participación francesa en la evangelización de América, así mismo también se verá brevemente el aporte de la congregación de Propaganda Fide. La gran variedad de personajes importantísimos en la evangelización, no ha permitido incluirlos a todos, hemos tenido que tomar varias decisiones y escoger entre varias opciones sólo algunas, se ha silenciado a algunos personajes que quizá el lector considere con mayor protagonismo en la evangelización y se ha optado por otros que de repente se considere no muy relevantes. Queda ya a criterio del lector, dependiendo de sus posibilidades, completar y ampliar la investigación que leerán a continuación.                                                                  

                                                                      CAPÍTULO I
 LOS PROTAGONISTAS REMOTOS
La evangelización en América, como en todo el mundo, hunde sus bases en el designio amoroso de Dios de que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” . Pues bien, en este marco de la economía salvífica “fue la Iglesia de España la llamada por la Divina Providencia a extenderse en el nuevo mundo”. Es de todos conocido que fueron los Reyes Católicos, don Fernando de Aragón y doña Isabel de Castilla, los que recibieron, por España, la sagrada misión de procurar la evangelización en las tierras recién descubiertas por Cristóbal Colón; misión que cumplieron a conciencia, a pesar de las imperfecciones de los hombres. Pero antes de enfocarnos en España, es necesario mirar un poco más al este, a la península Itálica y, en el centro de ésta, más específicamente, a Roma; pues fueron los Sumos Pontífices los que procuraron desde un primer momento el hecho evangelizador. Así pues, el papa Alejandro VI en una Bula fechada el 16 de noviembre del año 1501 autoriza a los Reyes Católicos y a sus sucesores a percibir diezmos de los habitantes y naturales de las Indias, que queden bajo su dominio, atendiendo en cambio a la sustentación del personal del clero y culto católico; hay que recordar que fue este mismo Papa quien, en bulas precedentes (Inter Caetera y Eximiae devotionis sincretitas), le concedió a España los dominios de las tierras que se descubriesen al occidente. En el tenor de la bula se puede apreciar gran celo apostólico por la salvación de las almas de parte de este pontífice. “La sinceridad y robusta fe con la reverenciáis a Nos y a la Iglesia romana, merecen dignamente que accedamos a vuestros deseos, sobre todo aquellos que os darán medios más eficaces para lograr con más prontitud la exaltación de la fe católica y el abatimiento de las naciones bávaras…Nos, que deseamos con gran empeño la exaltación y aumento de la fe, sobre todo en nuestro tiempo, alabando mucho en el Señor vuestro piadoso y laudable propósito…autorizo a vos…percibir lícita y libremente de los naturales…el diezmo, después de señalar real y efectivamente…la dote suficiente para las Iglesias que se erigiesen por vosotros o por vuestros sucesores, de vuestros bienes o de los suyos, con la cual dote pueden los ministros y rectores de dichas iglesias sustentarse dignamente y soportar las cargas que con el tiempo a las mismas…” Como vemos fue Alejandro VI, Borja, sí Borja, un papa del cual los libros de Historia, incluso de Historia eclesiástica, dan más sombras que luces, fue el elegido por la amorosa Providencia de Dios para que sea él quien haga cruzar el Atlántico a “la barca Pedro” y la haga anclar en las costas del nuevo Continente. Así pues, y como ya lo habíamos mencionado líneas arriba no se puede volver a los ojos a los orígenes de América sin tropezar con el pergamino de las Bulas Pontificias promulgadas por Alejandro VI, por las que aquel Papa donaba las tierras descubiertas y por descubrir, al tiempo que las demarcaba con precisión. Es que tras la noticia del Descubrimiento, los Reyes Católicos se habían dirigido al Papa con el objeto de plantearle sus dudas morales acerca de sus derechos para ejercer soberanía sobre las tierras recién descubiertas. En carta al Papa le habían solicitado la concesión de dicha soberanía dándole un motivo esencial que el Papa haría suyo como razón principal de dicha donación, a saber, la tarea de la evangelización de las tierras descubiertas y por descubrir. En la "Inter Caetera", del 4 de mayo de 1493, señala el Papa que los dos caracteres propios de la gran empresa son: ante todo, la continuidad natural con la cruzada de la Reconquista española concluida con la toma de Granada y de la cual Colón había sido testigo; además el carácter misional que asume la persona del Almirante. No obstante han aparecido quienes pretenden ver actos de simonía en las bulas así llamadas alejandrinas a favor de España y detrimento de Portugal; ante esto el historiador P. Charles- Martial de Witte, O. S. B manifiesta en su muy bien documentado estudio “Las bulas pontificias y la expansión portuguesa en el siglo XV” que si bien las intervenciones de la Santa Sede en esta materia, es decir en conceder derechos sobre tierras recién descubiertas, no fueron nunca espontáneas, tampoco fueron ciegas, y obedecían más bien a un triple principio que es con mucho anterior al siglo XV. Estos tres principios eran los siguientes, en orden de acuerdo a la mentalidad de la época: la dirección de la lucha contra el belicoso Islam; la autoridad del Papa sobre los miembros de la República Cristiana; y el cuidado por la extensión de la Iglesia y el anuncio del evangelio de Nuestro Señor a todas las gentes . Con lo que queda descartado cualquier tipo de intereses personales de este y de cualquier otro pontífice acerca del tema en cuestión. No hay ningún inconveniente ni histórico ni psicológico reales en que Alejandro VI deseara sinceramente la conversión de los indios, aquellos que planteen lo contrario, me tomo una licencia para decir lo que sigue, no conoce las no pocas y, a menudo, complejas complicaciones del corazón humano en esos asuntos, en los que no brilla la lógica de la conducta que corresponde a lo que se piensa y desea, aunque así deba ser. "no dudo en concederos... aquello con lo cual podáis, con ánimo cada día más fervoroso, proseguir tal propósito... para honra del mismo Dios y extensión del imperio Cristiano" Pero como quiera que fue España la elegida para traer la buena nueva del evangelio a estas tierras, que se creían eran la Indias Orientales, es muy conveniente que nos fijemos en dos de los principales artífices de la evangelización, aunque es necesario comprender bien la historia, pues la evangelización de América llegó con la conquista de la misma. Estamos hablando aquí de don Fernando de Aragón y doña Isabel de Castilla, los Reyes Católicos y sus sucesores. Pero antes de hablar propiamente de ellos es de vital importancia comprender la relación entre Iglesia y estado en la España de finales del siglo XV. Tras el derecho de patronato cedido a los reyes españoles, estos tomaron las riendas de la religión en España y en los territorios que esta descubría, así resulta muy difícil distinguir las esferas de lo civil y de lo eclesiástico y religioso, de alguna manera, podríamos decir que era un estado teocrático, aunque con algunos matices; pues ese es el clima que se vivía en la época. Hecho ese pequeñísimo enfoque de la relación Iglesia – Estado en la época del descubrimiento americano, pasamos a hablar de las figuras de los Reyes Católicos. Hay que recordar en primer lugar que España, después de ocho siglos, finalmente lograba la reconquista, sin embargo en el plano de lo religioso, la situación no era buena y, como en todo Europa, se reclamaba una reforma, pues el relajamiento de la disciplina, diversas formas de inmoralidad, olvido de los deberes eclesiásticos por intereses políticos y económicos, así lo ameritaba. En este sentido, los reyes comprendieron que la reforma debería venir primero de los que son cabeza, por ello se explica su gran deseo de participar en el nombramiento de obispos y en gran parte de la vida eclesiástica nacional, hecho que repercutió en el nuevo continente. Ciertamente no era el único motivo, también pesaban mucho los intereses políticos y económicos, que estaban refrendados por una larga tradición, pero no hay que desechar de ninguna manera que los reyes católicos sí que estaban movidos por un espíritu de sincera renovación cristiana, que tenía que partir necesariamente de la mejora de los pastores para alcanzar al pueblo . A mi discreto modo de ver, y perdónenme las licencias que me tomo, fue este espíritu de renovación de los reyes católicos lo que les impulsó, no obstante los otros intereses, a aceptar apoyar la empresa del navegante genovés Cristóbal Colón. Pero al igual que en el caso de los pontífices, hay quien pretende ver sólo ambiciones humanas, políticas y económicas en las acciones de los reyes católicos, tratando de negar de cualesquiera modos la finalidad misional del primer viaje colombino; pero resultaría totalmente descabellado pensar que tanto Fernando como Isabel, quienes tanto en la conquista de las Islas Canarias, en la reconquista a Granada, y en sus empresas al norte del África hablaban mucho de sus deseos de plantar o extender la fe en esos territorios evangelizando a los indígenas, se olvidasen de esos propósitos en el momento más importante. Principalmente estos ataques van dirigidos al rey Fernando, pues bien, es de todos conocido que el Rey Católico no era ningún santo; podría tener a penas un acto moral bueno, o poco menos; pero en medio de sus innumerables defectos y pecados, que no pretendemos excusar, no hay porque no admitir que realmente quisiera con rectitud de corazón el aumento de la fe cristiana y su extensión por todo el mundo. “Esos mismos Reyes Católicos hablan claramente de su deseo de evangelizar a los indígenas, en la concesión de la conquista de Gran Canaria en 1478 a Fr. Juan de Frías, Juan Bermúdez y Juan Rejón, dato que se recoge en la bula de Inocencio VIII, que concede el patronato de las Canarias. Lo de América se planeó con la misma mentalidad y con los mismos fines religiosos, económicos y políticos.” Por lo hasta ahora dicho podemos concluir que tanto el espíritu de la reconquista de España para Cristo como la misionalidad de los viajes de Colón, lo cual veremos líneas más abajo, conllevan el mandato de la evangelización, a la que los Reyes Católicos están obligados precisamente en cuanto católicos; por eso el papa les dice en la bula ya citada que "tratéis de proseguir y asumir, en todo y por todo, semejante empresa, con ánimo impulsado por la fe ortodoxa, como a que queráis y debáis conducir a los pueblos que habitan tales islas y tierras a recibir la religión cristiana". Así comprobamos que en aquel "ir hacía", donde comienza el descubrimiento progresivo de las nuevas tierras, se unen el impulso de la Reconquista, la extensión del imperio cristiano y la obligatoriedad de la evangelización. "Nos deseamos que los indios se conviertan a nuestra santa fe católica y sus ánimas se salven, porque este es el mayor bien que les podemos desear, para lo Cual es menester que sean informados en las cosas de nuestra fe, para que vengan a conocimiento de ella; tendréis mucho cuidado de procurar, sin les hacer fuerza alguna, cómo los religiosos que allá están los informen y amonesten para ello con mucho amor, de manera que lo más presto que se pueda se conviertan. " Es momento de poner brevemente nuestra atención en el navegante genovés, descubridor de las indias occidentales: Cristóbal Colón. Diremos de él que la certeza de su conciencia misional hoy está clara, así pues en la bula “Inter Caetera”, ya citada con anterioridad, el papa Alejandro VI afirma respecto del Descubridor, "destinareis al caro hijo Cristóbal Colón varón por todos conceptos merecedor y el más recomendable y apto para tamaña empresa buscara cuidadosamente, por el mar donde hasta ahora no se había navegado, tierras firmes e islas remotas y desconocidas” El almirante Colón fue consciente en todo momento del sentido religioso de su empresa, así pues en carta a los Reyes católicos manifiesta “Hasta los pedazos de los arcos rotos, de las pipas tomaban, y daban lo que tenían como bestias; así que me pareció mal, y yo lo defendí, y daba yo graciosas mil cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan cristianos, y se inclinen al amor y servicio de Sus Altezas y de toda la nación castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia, que nos son necesarias” . “Así que, pues Nuestro Redentor dio esta victoria a nuestros ilustrísimos rey e reina y a sus reinos famosos de tan alta cosa, adonde toda la cristiandad debe tomar alegría y hacer grandes fiestas, y dar gracias solemnes a la Sancta Trinidad con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán, en tornándose tantos pueblos a nuestra sancta fe, y después por los bienes temporales; que no solamente España, mas todos los cristianos tendrán aquí refrigerio y ganancia” . Desde el 12 de octubre de 1492, Colón siente su descubrimiento como una ampliación del Occidente cristiano. Por eso a las tierras que descubre, dice, " la primera que yo falle puse nombre Sant Salvador"; y a la segunda "puse Santa María de Concepción". Estaba convencido de que "toda la cristiandad debe tomar alegría" ya que tantos pueblos pueden ser incorporados " a nuestra sancta fe". No obstante todo lo dicho sobre el almirante, es necesario recordar también que tuvo fuertes discrepancias sobre el trato que se le debía dar a los nativos con el delegado del papa, fray Juan Boyl, pues Colón ya desde sus primeras etapas de gobierno dibujó un sistema de trabajos forzados, apareciendo de esta manera los primeros brotes de la esclavitud a los aborígenes; esto deja en claro que en Colón, como en muchos otros, estaban mezcladas toda clase de motivaciones: cruzada, sueños milenaristas, lucha contra los judíos, búsqueda de oro…, pero no hay que dudar nunca de su sincero deseo de ganar para Cristo las almas de los nativos. Es momento de fijarnos en una serie de personajes que si bien es cierto no tuvieron influencia directa en la evangelización de América, sí tuvieron mucho que ver en la reforma general eclesiástica propulsada por los Reyes Católicos, reforma que fue importante por dos aspectos fundamentales, el primero fue que permitió la conservación de la fe católica en España ante la seudorreforma protestante y el segundo aspecto, que es el que nos evoca ahora, consiste en la evangelización e implantación de la Iglesia en América. La reforma de los Reyes exigía que los candidatos a obispos sean letrados y llevaran vida honesta. Los nuevos obispos provenían, en su mayoría, de la clase media o de la más sencilla. En esta época se fundaron los colegios de clérigos que eran un anticipo de los seminarios que se instituirían con el Concilio de Trento. La disciplina de estilo casi monástico aseguraba la piedad, la buena instrucción intelectual y las buenas costumbres de los futuros clérigos. Entre los obispos que tuvieron parte en esta reforma figuran don Alfonso Carrillo, don Pedro González de Mendoza, Hernando de Talavera, Diego de Deza, entre otros, pero destaca de manera descollante la figura del Cardenal Cisneros, quien bautizado con el nombre de Gonzalo lo cambiaría por el de Francisco, en honor al fundador de los Franciscanos, orden a la que entró siendo ya sacerdote. Fue el confesor de la Reina Isabel, pero como pastor procuró que poco a poco, en su archidiócesis de Toledo, los clérigos volvieran a la vida piadosa y tengan gran celo por la salvación de las almas; por otro lado con la fundación de la universidad de Alcalá pretendió favorecer los estudios en general, pero sobre todo los eclesiásticos, así mismo en su tiempo los reyes iniciaron la censura de libros contrarios a la fe; también favoreció a la literatura ascético – místico – espiritual costeando los gastos de impresión de los libros que más apreciaba. Todo esto fue de gran valor pues “vigorizó la Iglesia en España y la hizo seguir los caminos de la autoridad legítima y de la tradición asentada, que impidieron el arraigo de las doctrinas disolventes de la falsa reforma y, al mismo tiempo hizo posible la existencia de muchos religiosos y aun seglares, que fueran capaces, llegada la ocasión, de figurar entre los apóstoles de América y los obispos o sacerdotes consolidadores de sus primeras Iglesias locales” . Además de eso él mismo envió personal misionero que atendiera y cuidara a los indios, pues envió a unos padres jerónimos a La Española quienes fueron verdaderos defensores de los indios ante los abusos cometidos por los conquistadores. Antes de finalizar este capítulo solo mencionaré otro dato importante, si bien las bulas Alejandrinas concedían la donación pontificia de las Indias a los Reyes de España, la bula “Universalis Ecclesiae” del papa Julio II les concede el Patronato de la Iglesia en América, recayendo así la empresa evangelizadora de manera formal, por así decirlo, en la Corona Española. Estos, a su vez, confiaron a las órdenes religiosas la conquista espiritual del territorio, legitimando su actuación mediante dos bulas papales: la “Alias Felicis” dada por León X el 25 de abril de 1521 y la “Exponis Nobis Nuper Fecisti”, también conocida como Omnimoda de Adriano VI otorgada el 10 de mayo de1522. Las dos proporcionaban a las órdenes mendicantes autoridad apostólica allí donde faltaran obispos o se hallaran éstos a más de dos jornadas de distancia, salvo en aquellos ministerios que exigían consagración episcopado; pero de esta órdenes religiosa hablaremos en el próximo capítulo. “Concedemos a los citados Reyes Fernando y Juana y al Rey de Castilla y León que con el tiempo sea, que ninguno pueda hacer, construir, edificar o eregir en las dichas islas y lugares del mar citado adquiridos o por adquirir más Iglesias magnas que los Reyes Fernando y Juana y el Rey de Castilla y León que con el tiempo sea autorizaren expresamente; y les otorgamos el derecho de Patronato y de presentar personas idóneas para las citadas iglesias” Finalizamos de esta manera el primer capítulo de la presente monografía, capítulo que ha tenido por finalidad traer a la memoria a aquellos personajes que aún sin pisar territorio Americano, salvo Colón, a nuestra humilde forma de ver, fueron los que propulsaron la evangelización en América. Con sus defectos y virtudes estos personajes fueron, sin duda, los instrumentos elegidos por la Divina Gracia para llevar adelante la empresa evangelizadora y, con estos mismos defectos y virtudes supieron llevarla a cabo, convirtiéndose así en sus protagonistas “remotos”.
 CAPÍTULO II
LOS PROTAGONISTAS INMEDIATOS
Es momento de centrarnos ya en aquellos hombres que forjaron el espíritu cristiano y católico en nuestras tierras. Habíamos dicho en la introducción que toda España fue evangelizadora en el siglo XVI y que tanto reyes, prelados y soldados, y en fin los españoles del siglo XVI parecían misioneros, salvando las excepciones que no fueron pocas. Esto es una gran verdad pues lo que América siempre necesitó fue de personal misionero para que la empresa evangelizadora no perdiera su ritmo habitual y fue, obviamente, España quien se encargó siempre de proveerla y no sólo en el siglo XVI sino hasta ya proclamada la independencia de las distintas naciones americanas. La necesidad de la aportación española durante los primeros setenta años de la evangelización es obvia y, comprensiblemente, progresiva. La paulatina cristianización de un territorio exigía un proporcional aumento de personal para poder atender a lo cristianizado sin renunciar a seguir penetrando en lo que estaba todavía por evangelizar. Por este motivo se embarcaban y cruzaban el atlántico cientos de hombres llenos de celo por anunciar a Cristo, aunque también no podemos cerrar los ojos a las no pocas excepciones, por enseñar la fe de la Iglesia y extender a la misma. Los algonkinos, que habitaron el Canadá y gran parte de los Estados Unidos fueron evangelizados por los franceses, pero a partir del territorio de los Moscogis en la Florida, los españoles evangelizaron a gran cantidad de pueblos, así timicuas, shoshones, apaches y navajos; arauacos y caribes; nauas, nauatis, aztecas, toltecas y chichimecas; mayas y chibchas; jíbaros, quechuas, aimara y uros; guaraníes, araucanos, puelches y patagones; y muchos otros fueron evangelizados por los españoles, dejándole el Brasil a Portugal, aunque también llegaron aquí empresas españolas. Pero comencemos por el principio, el primer viaje de Cristóbal Colón. Parece ser que en este primer viaje, venía un sacerdote como Capellán, el Padre Pedro de Arenas, quien habría celebrado la primera Eucaristía en el continente americano. En su segundo viaje, entre los 1500 hombres que llevaba en catorce carabelas, iba un fraile benedictino llamado Juan Boyl, que había sido designado por el papa Alejandro VI como Delegado Pontificio y Superior de la Misión en el Nuevo Mundo, y varios otros religiosos y clérigos seculares, reclutados en Sevilla. El delegado Boyl, chocó con Colón sobre el trato que debía darse a los indios. Los roces entre Boyl y Colón produjeron que gran número de los que habían venido de misión se tornaran a Europa en diciembre de 1494. Sólo quedaron en La Española tres hermanos legos, los franciscanos Juan de la Deule, Juan Tizín y el ermitaño Jerónimo Ramón Pané, a quien se ha calificado justamente como el primer maestro, catequizador y antropólogo del Nuevo Mundo. En el capítulo anterior habíamos dicho que el Papa otorgó el privilegio del patronato de América a los reyes de España y que estos a su vez encomendaron a las distintas órdenes religiosas llevar a cabo la tarea evangelizadora, tarea que tuvo no pocos obstáculos de diversa índole. El primer obstáculo grande con que tropezaron europeos y americanos para entenderse fue la falta de una lengua común. Se calcula que en esa época existían en América 125 familias lingüísticas con 600 idiomas, muchas de ellas difíciles de aprender, por eso recurrieron a las lenguas generales, es decir, las que habían logrado mayor difusión. Pero otro gran obstáculo fue la manera de tratar a los indios, así, tras el fracaso de la experiencia caribeña, que supuso la desestructuración de la sociedad indígena y el progresivo exterminio de la población autóctona, la incorporación en 1521 de las posesiones del imperio azteca a los dominios hispanos, con su riqueza, extensión territorial y amplio abanico cultural, puso en marcha, con un rumbo distinto al tomado en el caribe, el proceso de conversión y evangelización de las distintas comunidades que formaron el Virreinato de la Nueva España, este mismo rumbo fue el tomado a partir de 1532 con la conquista del imperio Inca y la formación del virreinato de Nueva Castilla. A veces los conquistadores iban acompañados de sacerdotes seculares. Personajes a menudo dudosos, con dificultades en Europa, aventureros deseosos de hacer fortuna, estos no tuvieron en la evangelización sino un papel limitado, por eso los primeros misioneros del nuevo mundo fueron miembros de las antiguas órdenes religiosas, pero también de algunas que estaban surgiendo recién. Al respecto, hemos dicho que los Reyes Católicos pusieron su confianza en las distintas órdenes religiosas para llevar a cabo la tarea evangelizadora. En estas órdenes podemos distinguir hasta cuatro tipos: órdenes misioneras, órdenes pastorales, órdenes asistenciales y órdenes monásticas. De las primeras podemos decir que se trata de aquellos institutos religiosos cuyos miembros se dedicaron a la evangelización o conversión de los indios al cristianismo, aquí encontramos a la Orden de Nuestra Señora de la merced, la Orden de Frailes Menores, la Orden de los Predicadores, la Orden de San Agustín, la Compañía de Jesús, la Orden de Agustinos Recoletos y la Orden de Frailes Menores Capuchinos. Las órdenes pastorales se dedicaron más bien a la atención espiritual de la población ya cristiana, esta atención consistía sobretodo en la administración de los sacramentos y la predicación popular, aquí podemos enumerar a la Orden Carmelita, a la Orden de la Santísima Trinidad, la Orden Carmelita Descalza, la Congregación de la misión o Paúles, los Mínimos de San Francisco de Paula, los Oratorianos, los Padres del Salvador, y los Siervos de María. Las órdenes asistenciales fueron las que se encargaron de una manera u otra del cuidado de los enfermos y necesitados, entre ellas tenemos a la Orden de la Caridad de san Hipólito, a los Hermanos de San Juan de Dios, Betlemitas, Camilos y Canónigos de San Antonio abad. Finalmente las órdenes monásticas fueron las que se dedicaron a la contemplación, sin labor misional o asistencial y con muy poca labor pastoral, pero que son de gran valía pues sin su oración, pienso yo, no se hubiera implantado la Iglesia en América con tal raigambre como se hizo, entre ellas tenemos a los Jerónimos, Cartujos y Benedictinos. Además de estas órdenes masculinas hubo también muchas órdenes y congregaciones femeninas que se asentaron en América. Pues bien ahora abordaremos lo concerniente a las órdenes misioneras y en ello nos entretendremos hasta el final de la presente monografía, dejando el estudio y profundización de las otras órdenes a una ulterior investigación. La primera orden de la que nos ocuparemos es de la Orden de la Merced. Hay constancia que desde 1493 los mercedarios estuvieron presentes en América, en La Española para ser más exactos, éstos llegaron en gran número pero no alcanzaron los niveles de franciscanos, dominicos y jesuitas; la peculiaridad de esta orden es que todos los misioneros fueron españoles. Pese a que su finalidad fundacional no es la misión entre gentiles, sino la redención de cautivos, su presencia se justifica en América por el hecho de que la Corona de Aragón había otorgado la prerrogativa a esta orden de ser Capellanes de los ejércitos cristianos que luchan contra los infieles; además supieron compatibilizar muy bien estos dos aspectos, así pues en su Crónica, el mercedario fray Bernardo de Vargas manifiesta que los mercedarios, al ir a América a evangelizar a esos aborígenes, lo hacían con el espíritu de redención . Lo esencial es la redención del alma; la redención del cuerpo es sólo el medio para conseguirla. Por otra parte, el padre Luis de Valderrama, misionero en la zona del Tucumán, en una carta dirigida a su provincial, fray Juan de Vargas, le dice: “día a día crece la multitud de creyentes, y nuestro sagrado instituto fundado en España para redimir cautivos, se dedica en estas lejanas tierras a otro excelso género de redención; libera de las fauces del demonio y redime gran cantidad de almas, cuyo número no es posible conocer” . Además el mismo cronista Vargas expresa en su obra que la conversión de los indígenas a la fe de Cristo constituye una verdadera redención de la esclavitud de la idolatría, de la superstición y del demonio, y una liberación de la poligamia y de otros abominables vicios. Si bien se tiene noticias de mercedarios desde 1493, recién en 1514 se asentó definitivamente en las nuevas tierras con la fundación de su convento Santo Domingo en La Española, esto fue gracias a la presencia y obra del padre Francisco de Bovadilla. De este convento partieron numerosos misioneros a la misión, valga la redundancia. Por otro lado fueron Diez los mercedarios los que participaron en las distintas empresas de descubrimiento y conquista a lo largo de todo el continente, quizás el más conocido sea fray Bartolomé de Olmedo, que acompañó a Hernán Cortés en la conquista de México, precisamente Olmedo salió del convento de Santo Domingo. Entre 1514 y 1518 fray Bartolomé evangelizó en Santo Domingo. En 1519 se embarcó en la expedición de Cortés para conquistar lo que se llamó la Nueva España. Fray Bartolomé de Olmedo se ocupó de la evangelización de los indígenas. Celebró la primera misa en territorio mexica y en México Tenochtitlan y, como hombre de confianza de Cortés, participó por su encargo en negociaciones y misiones diplomáticas. Así, Olmedo formó parte de la comisión que fue al encuentro del Pánfilo de Narváez cuando llegó a la Nueva España enviado por el gobernador de Cuba Diego Velázquez para apresar a Cortés. Fray Bartolomé de Olmedo adoctrinó a Moctezuma, que fue huey tlatoani de los mexicas entre 1502 – 1520, el tiempo que estuvo cautivo de Hernán Cortés y procuró su conversión, pero finalmente el tlatoani murió antes de ser bautizado. Fue el encargado también de bautizar a las veinte mujeres que regalaron los caciques de Tabasco a Hernán Cortés, entre las cuales estuvo la Malinche, que al ser cristianizada recibió el nombre de Marina. Éstas fueron las primeras mujeres cristianas que hubo en la Nueva España. Alrededor de 1524 Cortés le encomendó la administración del Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno, conocido como el Hospital de Jesús. Murió ese mismo año, en el mes de octubre. Es momento de ocuparnos de los franciscanos, éstos también llegaron a La Española el año 1493. En 1502 desembarcaron en La Española, en la misma flota en que viajaban el gobernador Ovando, fray Bartolomé de las Casas y otros distinguidos, diecisiete franciscanos, doce eran sacerdotes y cinco eran hermanos . A medida que avanzaba la conquista militar, organizaron distritos o “provincias”, donde se distribuían los misioneros para su acción sacerdotal. Primero se establecieron en 1505 en Antillas y luego en 1515 llegaron a Panamá, posteriormente a México y Perú, arribaron al Río de la Plata en 1536 con los primeros adelantados. Se quedaron en el Paraguay y se aventuraron a penetrar en territorios aún no visitados por los españoles. Los franciscanos reúnen tres características que ninguna otra orden reúne simultáneamente, a saber: su presencia permanente en el nuevo mundo desde los comienzos de la evangelización hasta la independencia de las nuevas naciones; esta presencia se produjo de manera estable e intensa en prácticamente todas las regiones de Hispanoamérica; finalmente la del mantenimiento de un gran impulso evangelizador en todas las regiones y en todo tiempo. Dentro del gran número de protagonistas franciscanos de la Evangelización fundante podemos mencionar en primer lugar a san Francisco Solano, a quien hay que colocarlo entre los grandes misioneros itinerantes y forjadores de comunidades cristianas. Español de nacimiento, fue ordenado sacerdote en 1576, su talante misionero lo llevó a predicar, con gran aceptación, entre la gente sencilla; maduro ya de experiencia misionera entre fieles fue llamado a la misión entre los infieles, así se embarcó rumbo a Perú en 1598. Fue enviado como doctrinero a Soconusco. Por aquellos años la acción militar se dirigía hacia Tucumán, donde habitaban diversas tribus de indios, hacia allá se dirigió Francisco Solano donde desplegó una desbordante labor evangelizadora que duró unos quince años. En poco tiempo aprendió la lengua de los nativos y aprovechó el instinto musical de estos para llevar a cabo una catequesis de gran calidad. “Fray Francisco llegaba a las tribus más guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla, después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar por centenares y miles.Estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica. El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones.” Otros misioneros Franciscanos de primer orden son, sin duda, el Beato Junípero Serra, el Venerable Antonio Margil de Jesús, el gran pensador eclesiástico Juan Focher, y como no mencionar al arzobispo de México Fray Juan de Zumárraga. Con respecto al prelado diremos que como buen franciscano, mediante la oración, la consulta del Evangelio y el estudio de la nueva realidad, pensó que su primer deber pastoral debía ser ofrecer a la nueva Iglesia mexicana una organización robusta, tratando de acercar a dos razas y culturas distintas, protegiendo y convirtiendo a unos y poniendo freno a la otra (la española), evitando la rivalidad entre órdenes religiosas y formando un clero secular. Fundó algunos pequeños hospitales para los indígenas que morían por falta de asistencia (Hospital del Amor de Dios), pensó en organizar la agricultura y ganadería, casi inexistente, para alimentar a los indígenas de los poblados, creó centros de instrucción para hombres y mujeres, abrió colegios y centros educativos (Colegio San Juan de Letrán, Santa Cruz de Tlatelolco), encargó a Andrés de los Olmos que emprendiera una investigación acerca de las antigüedades mexicanas y asentó las bases para la futura Universidad de México. Claramente influido por los humanistas de Erasmo de Rotterdam, hizo traer de Europa la primera imprenta de América y escribió y publicó varios libros que tuvieron gran importancia en el proceso de evangelización, entre ellos "La breve y más compendiosa doctrina", Manual de adultos", etc. Todo ello, naturalmente, con la ayuda de muchos franciscanos misioneros que vivían con él, algunos con grandes capacidades morales, intelectuales y formación universitaria. En orden cronológico nos toca abordar a Fray Antonio Margil de Jesús. Este franciscano nacido en Valencia en 1657 y ordenado sacerdote en 1682, realizó su excepcional gesta evangelizadora en los países de centro América. En 1683 llegó a México donde Querétalo fue su primer centro de actividad, luego recorrió Guatemala, Honduras, Nicaragua, y Costa Rica. En 1703 organizó una expedición en las regiones nicaragüenses de Segapo y Matagalpa con la finalidad de atacar centros fuertes de magia, brujería e idolatría. A partir de 1711 empezó otros diez años de evangelización, esta vez en nuevos territorios como Nayarit, Coahuila, Nueva León y Texas. Pasemos a ocuparnos de Fray Junípero Serra, este mallorquín predicó con gran entusiasmo el evangelio en tierras de California. Entre 1750 y 1758 estuvo entre los indios pame, a los que siguieron siete años más dedicado a la evangelización de los apaches. En 1769 inició la evangelización de la Alta Calfornia, evangelización en la que fue misionero, explorador, descubridor, escritor y hasta peón de albañil. Por encima de todo se le recordará como fundador de centros misioneros que se han convertido en urbes de primera magnitud, como san Francisco de California y Los Ángeles. Junípero supo superar los abusos y diferencias propios de la colonización de la primera hora, aunque no pudieron llegar a ser todos. Juan Focher, por su parte fue un Franciscano de origen francés, quien logró inscribirse entre los misioneros de la Nueva España, donde ya se encontraba en 1540. Hay que entender a Focher como lo que es, un canonista y teólogo que justamente resolvió muchos problemas americanos a la luz de la teología. De él nos interesa su obra Itinerario que consta de tres partes, pero de las cuales nos enfocaremos sólo en la primera. Argumenta, en primer lugar, que el primer requisito para el misionero es la vocación, pero no la suya, sino la de los indos: para él la conversión de los infieles forma parte de la voluntad salvífica de Dios; en segundo lugar, sobre esta base queda justificada toda labor misional: Evangelizar para salvar; luego habla de la idoneidad del evangelizador y luego expone los diversos modos de evangelizar, se enfoca también en los problemas que acarreaba en las indias la administración del bautismo y concluye la primera parte con análisis del sustento y envío de misioneros . La orden de los Predicadores o dominicos llegaron a las islas a partir de 1510 y se establecieron en Santo Domingo. Los primeros fueron enviados por Carlos I a México junto con los franciscanos. En 1529 llegaron a Guatemala y al año siguiente se dirigieron al Perú, donde se destacaron en la prédica del Evangelio, y desde aquí la orden se fue extendiendo paulatinamente al resto de América del Sur. Los dominicos fueron los segundos en establecerse definitivamente en América y alimentaron un fuerte espíritu misionero hasta finales del siglo XVI donde decayeron en su labor evangelizadora, aunque nunca la dejaron totalmente, y se dedicaron a la atención de la población criolla e hispana y a los indios ya convertidos. Sobresale su labor en la enseñanza universitaria. Grandes frutos de santidad tiene la orden dominica, los cuales sólo nos limitaremos a mencionar (algunos): San Luis Bertrán, Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Macías, Beata Ana de los Ángeles, Venerable Luis Cáncer, el Venerable Vicente Bermedo, Antonio de Montesinos, el Arzobispo Jerónimo de Loayza, el muy conocido fray Vicente Valverde, obispo de Cuzco, entre otros. Mucho podemos hablar de las gestas evangelizadoras en sus distintos campos de acción de estos hombres y mujeres de la orden dominicana, pero sólo nos enfocaremos en un personaje que significa mucho, tanto para la historia civil como para la historia eclesiástica y, que a nuestro sencillo parecer, se constituye en un protagonista estelar de la primera evangelización, hablamos de Fray Bartolomé de las Casas , de cuya figura nos ocupamos en este preciso momento. Nació en Sevilla el año 1484, estudió en Salamanca llegó a América el 15 de abril de 1502 más específicamente a La Española. Venía, como muchos otros, motivado por el espíritu aventurero y el ansia de riqueza. Fue conquistador, encomendero y sacerdote. Después de un corto regreso a Europa, se le concedió ser ordenado sacerdote, diocesano, podríamos decir, el primero en el Nuevo Mundo, en 1507. En 1510 llegan los primeros dominicos, liderados por fray. Pedro de Córdoba. Bartolomé hizo algún tiempo de intérprete para su predicación a los indios. Pasó a Cuba como capellán del ejército y recibió nuevos indios y tierras, a los que trató siempre con bondad, pero vio que los demás no eran así, sino que los hombres perecían en las minas, las mujeres eran abusadas, ancianos y niños morían de hambre y familias enteras se suicidaban para escapar a la brutal explotación. Tres años después de escuchar un sermón de otro gran dominico, fray Antonio de Montesinos, quien de esta manera protestaba contra la explotación de los indios ante el furor de los colonos, en Pentecostés de 1514 renunció públicamente a sus encomiendas y empezó a predicar contra todo aquel sistema, y cuatro años más tarde también argumentó la ilicitud de las conquistas armadas y postuló un sistema de evangelización de estos territorios sin las armas, del que se seguirá la cristianización y la anexión pacíficas. “… Todos vosotros estáis en pecado mortal, vivís y moriréis en ese estado por la crueldad y la tiranía que demostráis con estos pueblos inocentes… ¿Quién podía autorizarlos a hacer todas estas guerras detestables con unas gentes que vivían tranquila y pacíficamente en su país, y a exterminarlas en un número tan infinito, con matanzas y crueldades inauditas?... ¿acaso esa gente no son hombres y no tienen un alma y una razón? ¿Y no estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? Entre 1516 y 1517 estuvo en España participando en el intento de reforma de las Indias que apatrocinaba el cardenal Cisneros. Ingresa a la orden de los Predicadores en 1522, año en el que fracasa su intento de un nuevo sistema de colonización; nueve años más tarde reanudó sus gestiones para cambiar el signo de la colonización en América; además intervino en la elaboración de las denominadas Leyes Nuevas, leyes que, sin embargo, originaron la cuarta guerra civil en el Perú. Junto con otro fraile fue a visitar en su campamento a Enriquillo, un indio guerrillero, y le convencieron de que abandonase su posición. Así demostró que con amor se podía atraer a cualquiera a la fe cristiana. A raíz de esta experiencia compuso su primer gran tratado: "El único modo de atraer a todas las gentes a la verdadera fe". En él expone que los naturales eran seres racionales y muy capaces. Y que la conquista a fuego y espada era un método equivocado. La conversión debía ser fruto de la prédica y del buen ejemplo, con respeto a los derechos de los nativos, sobre todo su libertad y su propiedad. En 1531 escribe un largo "Memorial para el Consejo de Indias" y se fue secretamente a España, regresando con una ley favorable a los nativos; luego salió a presentarla en México y después en Perú. Las Casas pide luego que le dejen repetir la experiencia pacificadora en Tezulutlán, Guatemala, y con los padres Cáncer y Angulo se internó en la zona, obteniendo su conversión en apenas dos años, en base a exponer en su lengua las verdades de la fe con versos, música y canto; no se derramó ni una gota de sangre. Aquella zona es llamada desde entonces Verapaz. Llegó a afirmar que es preferible que los indígenas anden desnudos y adoren a sus dioses, e incluso tengan sus sacrificios humanos de buena fe, antes que hacerles la guerra cruelmente y despojarles de sus tierras, de sus valores y de su dignidad, lo cual demuestra un pensamiento más atrasado, sustentado en la fuerza bruta. Admira las grandes ciudades, el orden político y social de las sociedades americanas, el carácter agradable y pacífico de las gentes, frente a la brutalidad, el egoísmo y la mentira de los conquistadores. Por eso algunos en España le acusaron de antipatriota, en lugar de percatarse de dónde estaba la verdad. Fue elegido para obispo de Cusco, en Perú, pero rehusó, diciendo que él sólo obraba por servir a Dios y a Su Majestad y no por buscar mercedes. Poco después fue obligado a que aceptase el nombramiento de obispo de Chiapas, siendo consagrado en 1544 en Sevilla. Llegó con 45 frailes dominicos y un equipo laico de 5 personas, el mayor contingente misionero jamás reunido hasta entonces. Quería hacer una diócesis modelo. Vivía pobremente, vestido con su hábito blanco, comiendo poco para no recargar sobre las gentes, etc. No obstante renunció en 1547. En 1550 tuvo grandes discusiones con el teólogo Sepúlveda sobre la esclavitud; en esas discusiones siempre contó con la ayuda de sus hermanos dominicos, como Melchor Cano, etc. Siempre estaba escribiendo, retirado en algún convento, escribiendo cartas a numerosos personajes o presentando ponencias en alguna Junta real. Y era frecuentemente consultado en la Corte sobre cuestiones de América. Murió santamente en 1566, en el convento de Atocha en Madrid. Habiendo presentado la fulgurante figura de fray Bartolomé como gran insignia de los dominicos, pasemos ahora a poner nuestra atención en la Orden de San Agustín. Los agustinos se instalaron, desde 1535, en México, y durante el gobierno del virrey Antonio de Mendoza, en Perú, esto es en 1551, de Perú enrumbaron al norte hacia Quito en 1573 y a Bogotá dos años más tarde, y hacia el sur a La Paz y a Santiago de Chile, en 1562 y 1563 respectivamente, y desde Santiago penetraron en Argentina en 1642. Todos estos sacerdotes y frailes procuraron conocer mejor las lenguas y costumbres de los indígenas para poder enseñarles en su propio idioma y asimilarlos a las costumbres europeas. Fueron los primeros defensores de los indios frente a los abusos y a la explotación que de ellos hacían los conquistadores. En México, Nueva España, la fecha todavía temprana en la que llegaron les permitió dedicarse plenamente a la evangelización de indios, aunque sólo se limitaron a permanecer en derredor de la capital, con una pronunciada prolongación al oeste de la misma, es decir hacia Michoacán y Jalisco. En el resto de Hispanoamérica, por su llegada un tanto tardía, no se puede distinguir con certeza si su labor fue estrictamente misional o si fue, más bien, la de atender pastoralmente a los indígenas ya convertidos al cristianismo. Al Igual que los dominicos y los mercedarios, hasta finales del siglo XVI conjugaron la actividad pastoral con la atención a los hispanos-criollos con la misión evangelizadora hacia los indios, pero ya entrado el siglo XVI restringieron esta última a e muy concretas. Por el lado de su labor entre españoles y criollos, prestaron mucha atención a la labor universitaria. De entre los grandes misioneros agustinos destaca Alonso de Veracruz , quien naciera en 1507. Ordenado ya sacerdote, se embarca como misionero a América, llegó a Veracruz el 22 de junio de 1536 junto con doce frailes agustinos. Aquí ingresa a la Orden de sus compañeros y deja el apellido Gutiérrez y toma el de Veracruz. Este misionero es el pionero de las ciencias filosóficas en México, es más se le considera como el “padre de la filosofía mexicana”. En sus obras abordó casi todos los problemas que iba planteando la acción misional; así mismo resolvió muchas cuestiones sobre el matrimonio poligámico de los indios; entre otras cuestiones. A él sin duda le corresponde un rol protagónico en la historia eclesiástica mexicana de la segunda mitad del siglo XVI. Ahora nos ocuparemos de la Compañía de Jesús. Los jesuitas iniciaron su evangelización en Florida el año 1566. Al año siguiente viajaron los primeros jesuitas al Perú, sin embargo, recién en 1568 la corona española autorizó definitivamente su establecimiento en América como Orden misionera. Poco a poco se fueron estableciendo en México, hacia 1572, y en toda Sudamérica, hacia 1586; sin embargo, su presencia fue escasa en Centroamérica y las Antillas. Hacia 1767, año de la supresión de los Jesuitas, estos contaban con más de dos mil quinientos misioneros, esto la convierte en la segunda orden en cuanto al número de misioneros en América. Su tardía llegada a América obedece a que en un primer momento la orden prefirió dirigirse al oriente, a que inicialmente mantuvo frías relaciones con la corona española, y a que durante la primera parte del siglo XVI América fue campo reservado a las órdenes mendicantes y a los mercedarios, como lo hemos visto páginas atrás. “…por el tenor de la presente queremos que todos los frayles de las órdenes mendicantes, en particular del orden de los menores de la regular obseuancia…pueden libre y lícitamente pasar a las partes de dichas yndias por causa de conuertir e instruir en la fe a dichos yndios…” Su principal campo de acción fue Nueva España, a la que le siguieron Perú, Rio de la Plata, Bolivia, Chile, Ecuador y Nueva Granada, aunque el territorio más célebre sean sus reducciones del Paraguay. Entre la población hispano- criolla, los jesuitas prestaron gran atención a la educación, tanto secundaria como superior. Dos rasgos muy característicos de esta orden es que tenía la facultad de contar con misioneros extranjeros y el mantenerse en los territorios evangelizados por ella hasta el momento de su expulsión, estos rasgos le permitió organizarlos y atenderlos con una autonomía que las otras órdenes no habían logrado. Son muchos los jesuitas que alcanzaron renombre por su gran labor misionera, podemos enumerar al mismísimo san Francisco Javier, quien anduvo por el Brasil, san Pedro Claver, José de Acosta, Alonso de Sandoval, Juan de Alloza, Diego de Avendaño, Claudio Aquaviva, y los mártires del Paraguay, entre ellos: San Roque González, San Pedro Alonso Rodríguez y san Juan del Castillo. Precisamente Paraguay se convirtió en la gran sede de la evangelización jesuita a través de las reducciones; en el caso de la Compañía de Jesús no haremos semblanza sobre un personaje destacado, sino hablaremos de las reducciones. Estas no fueron iniciativas propiamente dicha de los religiosos sino que nacen del círculo civil y eclesiástico de los gobernantes, pues estos querían concentrar en puntos determinados a los indios nómadas. Los Jesuitas, que en un primer momento se dedicaron a explorar las regiones paraguayas con misiones volantes, animados por su general don Claudio Aquaviva y por el visitador Esteban Páez, comenzaron la evangelización gran escala y comenzaron a fundar reducciones, éstas fueron apoyadas por el gobernador Hernandaris y por Felipe III que con sus reales cédulas de 1606 y 1609, aprobaba el sistema . Fue así como en la región de los tres ríos, Paraná, Paraguay y Uruguay, los jesuitas intentaron la evangelización y la pacificación de las poblaciones nómadas mediante las reducciones; éstas eran aldeas cristianas en las cuales los indios estaban a salvo de la explotación colonial. La primera data de 1610, sin embargo ésta fracasó y fue entregada en 1626 al clero diocesano. No obstante el fracaso de la primera, las reducciones jesuitas llegaron a ser hasta treinta donde se agrupaban unos 150. 000 habitantes. En las reducciones se organizó una vida totalmente comunitaria sobre bases cristianas, cada reducción estaba dirigida por dos o tres jesuitas y era el superior del Paraguay quien vinculaba las diversas reducciones. Sin embargo, esta obra tuvo dos enemigos bien marcados, por un lado, los mismos dirigentes españoles, a quienes les disgustaba el hecho de que no pudieran ellos someter, ya sabemos cómo, a los indios; por otro lado están los portugueses apostados al sur del Brasil, quienes pretendían apoderarse de los territorios ocupados por las reducciones para vender como esclavos a sus habitantes. Finalmente, el tratado de límites de 1750, hizo pasar las reducciones del dominio español al portugués, y a aunque los guaraníes resistieron un tiempo, la supresión de los jesuitas, terminó por dar el golpe de gracia a las reducciones. Es tiempo de ocuparnos de los agustinos recoletos y de los frailes capuchinos. En el caso de los primeros tenemos que ubicarnos en año 1604 para ser testigos de su nacimiento, en este año los ermitaños que vivían en el paraje llamado Desierto de la Candelaria, en Colombia, ingresaron a la Orden de San Agustín. Estos lograron, tras un turbulento proceso, separarse de la provincia de Nuestra Señora de la Gracia y constituirse en provincia propia definitivamente en 1648. Su expansión se restringió prácticamente a la actual Colombia, donde además de ser ermitaños, se dedicaron al apostolado entre los fieles y a evangelizar algunos territorios indígenas, por esta razón es considerada como una de las órdenes misioneras de América. Los Capuchinos iniciaron su presencia en Hispanoamérica en la región de Urabá – Darién, en 1647, luego fueron a Venezuela, en 1657, donde lograron extenderse por casi todo su territorio. Fuera de Venezuela se instalaron en la isla Trinidad, en Colombia y luego más tarde, ya en siglo XVIII en Luisiana. Los Capuchinos tienen como característica propia que no llegaron a América procedentes directamente de España, sino que vinieron de África, y sin tener la licencia requerida del Consejo de Indias, esto último porque dependía directamente de la Congregación de Propaganda Fide. Los misioneros capuchinos fueron exclusivamente españoles, pues no contaban con provincias en América, sino que las misiones eran sostenidas por las provincias capuchinas de España, las cuales surtían de misioneros a las misiones americanas. Su labor se desarrolló casi exclusivamente entre los indígenas, la mayoría de las veces como misioneros, pero también lo hacían como doctrineros de los indios que previamente ellos mismos habían evangelizado. Sus misiones venezolanas fueron celebres por los hatos de ganado vacuno u caballar establecidos en Cumaná, Llanos de Caracas y Guayana como medio de subsistencia propia y de los indígenas, los cuales fueron el origen de la prosperidad económica de las tres regiones. Figura preponderante de los capuchinos en la evangelización de América fue el Venerable José de Carabantes , del cual nos ocupamos en este mismo momento. Este protagonista de la primera evangelización nació en Carabantes, Soria, en 1628. Su nombre de pila era José Velázquez Fresneda, que cambió por el de José de Carabantes cuando ingresó en los capuchinos en 1645. Recibió la ordenación sacerdotal en 1652. Se entregó con todas sus fuerzas al ministerio entre fieles al que se consideró llamado desde el momento de su ordenación sacerdotal. Pocos años después, dos misioneros capuchinos de Cumaná llegaron a España para defender su misión ante la Corona. El soberano no sólo aceptó aquella misión, sino que quiso potenciarla con más misioneros capuchinos, entre los que se encontraba José de Carabantes. En otoño de 1657 desembarcó con otro compañero en la isla Margarita, donde tuvieron que esperar la llegada de los otros misioneros. Aprovechó la ocasión para predicar en sendas misiones populares en los núcleos urbanos de Cumaná y Caracas, donde se dedicó a la predicación y a la atención de enfermos de peste. Finalmente, se le dio la oportunidad de dedicarse a la evangelización de los caribes, cuya ferocidad era proverbial. A punto estuvo de que lo martirizasen, pero circunstancias providenciales hicieron ver a los indígenas que tenían delante a un gran hombre. Carabantes comenzó aprendiendo su lengua, que a pesar de su dificultad consiguió dominar hasta poder escribir una gramática para otros misioneros. Su predicación, a decir de las crónicas, iba acompañada de extraordinaria ejemplaridad y de hechos taumatúrgicos, como el de haber liberado a sus neófitos de una plaga de langosta. Tras nueve años en América tuvo que regresar a España para defender a sus misioneros, falsamente calumniados. Tanto ante la Corona como ante la corte pontificia defendió la verdad y el honor de sus misioneros. No pudiendo volver a América Murió en Monforte de Lemos, Lugo, el 11 de abril de 1694. Así hemos terminado nuestro recorrido por las diferentes órdenes religiosas que trajeron las semillas del evangelio nuestras tierras. No obstante, no sólo los miembros de órdenes religiosas se constituyen en grandes protagonistas, sino también otros misioneros, del clero diocesano son figuras de gran talante, podemos mencionar aquí a Santo Toribio de Mogrovejo, el gran apóstol de los Andes, de cuya personalidad y misión conocemos en abundancia. Esta primera evangelización que de entrada dio sus primeros frutos de santidad, así la Iglesia comenzó América como lo ha hecho desde su fundación, viendo derramar la sangre de sus fieles. En la isla La Española, un indio llamado Guaticaba, que después de ser bautizado pasó a llamarse Juan, fue el primero en recibir el honor del martirio y luego de él sus cuatro hermanos. Pero la sangre de americanos derramada por Cristo, traspasó las fronteras del continente: San Felipe de las Casas, y los beatos Bartolomé Laurel y Bartolomé Gutiérrez fueron tres mártires mexicanos que derramaron su sangre en el Japón. Pero aparte de estos mártires, hoy se puede ver que la primera evangelización rindió grandes frutos, pues en el santoral ya contamos con santos y beatos indígenas, tenemos a santa Kateri Tekakwitha, primer indígena de Estados Unidos en ser canonizada, conocida como 'El lirio de los mohicanos', también a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el vidente de la virgen de Guadalupe, y al beato Ceferino Namuncurá, Primer Indígena Argentino en ser Beatificado, aunque éste vivió a finales de siglo XIX y principios del XX. “Porque he sabido por algunos que estuvieron presentes a su muerte decía: Dios naboría daca, que quiere decir: Yo soy siervo de Dios. Y así murió su hermano Antón, y con él otro diciendo lo mismo.” No quisiera terminar esta monografía sin referirme un instante a la América Francesa, más concretamente el Canadá, la evangelización en esta parte del continente comienza en 1608 con la fundación de Québec por Samuel de Champalin, quien hizo llegar a los recoletos en 1615. En 1632, la misión canadiense fue confiada a los jesuitas que seguían a los nómadas en sus desplazamientos intentando hacerlos sedentarios. Aunque al principio tuvieron éxito con los hurones, fracasaron con los iroqueses que eran sostenidos por los ingleses. En 1639 se instalaron en Québec las primeras religiosas misioneras, las Ursulinas, de las que María de la Encarnación es la más conocida. En la evangelización del Canadá varios misioneros sufrieron el martirio: Isaac Jogues, Jean de Brébeuf, Charles Garnier. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de grandes hombres como el obispo de Québec mons. Montmorency- Laval, los resultados de las misiones entre los indios eran escasos: a finales del siglo XVIII sólo había dos mil indios cristianos . Finalmente hablaremos de una institución, por decirlo así, que no se circunscribe sólo a la evangelización de América, sino a que está avocada a todas las misiones en el mundo, me refiero a la Congregación de Propaganda Fide. Esta fue creada en 1622 para hacer frente a los problemas que se estaban suscitando a raíz del derecho del patronato; esta congregación, hoy la congragación para la evangelización de los pueblos, tenía también por misión la conversión de herejes y cismáticos en Europa; básicamente es una especie de ministerio de las misiones. Bajo el impulso de su primer secretario Francesco Ingoli, la Propaganda lanzó una gran encuesta sobre la actividad misionera de la Iglesia. Además ofreció muchos recursos para las misiones, considérese la biblia políglota, la creación de seminarios y universidades. También creó los vicarios apostólicos y los obispos misioneros dependientes directamente del papa. Con todo esto queremos mostrar que la congregación de Propaganda Fide es un ente protagonista de la primera evangelización. A lo largo de la presente redacción nos hemos topado con hombres y mujeres, laicos como eclesiásticos, también con instituciones, que hicieron posible la evangelización en América, labor que no estuvo exenta de errores y a veces estaba movida por segundos intereses, pues la cizaña crece siempre con el trigo, pero en las páginas precedentes hemos podido ver que la fuerza del Espíritu es la que ha movido a todos estos personajes que se han constituido en protagonistas de la evangelización, seguramente faltará más de uno, pero lo que he redactado ha sido puesto para contemplar el obrar de Dios en la historia de la Iglesia en América a través de instrumentos concretos.
 CONCLUSIONES
 La evangelización de América debe situarse en primer lugar como parte del proyecto amoroso de Dios de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad. Los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI abrieron la puerta a una evangelización global. La Iglesia de esta manera, podríamos decir, se hizo realmente católica. Así mismo fue la sociedad salida de la cristiandad europea la que comenzó la marcha hacia los nuevos mundos. Para comprender y hacer una correcta valoración del desempeño misionero y evangelizador de los que vinieron a América, hay que tener en cuenta las motivaciones globales de los descubridores, conquistadores, y también evangelizadores en los que se encuentran indisolublemente unidas toda clase de motivaciones, llámese cruzada, pues se pensaba haber llegado a las indias orientales, sueños milenaristas, búsqueda de oro, especias y esclavos, así como la conversión de los pueblos a la fe cristiana, y precisamente fueron los misioneros, franciscanos, dominicos, mercedarios, jesuitas, capuchinos, agustinos y recoletos, los que descubrieron y mostraron al mundo los inaccesibles caminos del nuevo mundo. La evangelización en América está indisolublemente ligada al comercio, a las vicisitudes políticas, y también a muchos conflictos más bien mundanos, esto hizo que perdiera muchas veces su pureza, pero sin embargo, se trata, sobre todo, de un gran esfuerzo realizado por una serie de hombres como los que hemos visto a lo largo de la presente monografía y de muchos otros, que esta vez no han sido tenidos en cuenta por diversas razones, quienes durante tres siglo supieron hacer brillar la luz del evangelio en tierras Americanas. La evangelización no solo se circunscribe a anunciar al indio la buena nueva del mensaje de Cristo, sino también promocionarlo y defenderlo ante los abusos de quienes malinterpretaron su misión de protectores y terminaron esclavizando a los indios. Así tenemos figuras como los dominicos Montesinos y Las Casas y el jesuita Acosta, quienes cada uno con su estilo propio defendieron a los indígenas de los crueles tratos de los encomenderos y colonos, lo que les valió ganarse no pocos enemigos. La Luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron, pues después de quinientos años, la Iglesia en América se robustece con el testimonio de santidad de sus Hijos, numerosos santos americanos ya engrosan la hagiografía de la Santa Madre Iglesia, entre ellos algunos indígenas, lo que demuestra que ya desde un primer momento a pesar de que el trigo de la evangelización vino mezclado con la cizaña de la codicia y el deseo de poder, al final ha producido fruto abundantísimo. Todos los que en la gesta evangelizadora de la primera hora han cooperado incluso con su vida, son, sin lugar a dudas, verdaderos protagonistas del anuncio del evangelio en el alba del continente americano.
 BIBLIOGRAFÍA
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