jueves, 2 de julio de 2015

IGLESIA E INDEPENDENCIA

IGLESIA E INDEPENDENCIA

                                                             Carlos Ezequiel Rosillo Julca

El Siglo XIX en el Perú, estuvo marcado por la transición política del Virreinato español a la Independencia, constitución y desarrollo de la República del Perú en medio del fervor patriótico y los traumas consiguientes.
La Iglesia como tal no podía tomar parte en la lucha política; pero aceptó la victoria patriótica, a la que contribuyeron connotados miembros del clero.
Mientras no se llegó al hecho consumado de la Independencia los obispos permanecieron fieles a la Corona. Es significativo que los más aferrados a la fidelidad debida al rey fueron dos criollos, uno peruano y otro chileno. Los  demás obispos se retiraron o fueron obligados a renunciar o acabaron por reconocer el hecho y el derecho a la Independencia y juraron la constitución. Llegó un momento- el año 1832- en que sólo un obispo del Perú permaneció en su  puesto y ejerció en su jurisdicción: el arequipeño José de Goyeneche.
Republicanos y liberales afirmarán más tarde que la Iglesia en el Perú abrazó el bando realista en la lucha por la emancipación en contra de los patriotas. Es verdad que los papas Pío VII en 1816 y León XII en 1824 lamentaban la rebelión y recomendaban la lealtad a la Corona a causa de la vinculación de la Santa Sede con la Corona española a causa del Patronato Real.  Es verdad también que varios prelados españoles y americanos se mantuvieron fieles a la Corona; sin embargo, es verdad, también, que otros, criollos y peninsulares, fueron prudentes y dejaron a sus fieles escoger partido. Varios fueron resueltamente independentistas, pese a que la Corona pretendía que apagasen el movimiento patriota de los insurgentes.
Gran parte del clero secular y regular favoreció la causa patriota, aunque como sacerdotes no podían comprometerse activamente. Con razón está considerado maestro y precursor ideológico de la Independencia el sacerdote Chachapoyano don Toribio Rodríguez de Mendoza desde sus cátedras limeñas. Expresa bien la complejidad el hecho siguiente: Un arzobispo español, don Bartolomé María de las Heras, suscribió de grado el acta de la Independencia del  Perú; y un obispo piurano, don Pedro Gutiérrez de la Cos, se negó  siempre a hacerlo.
Como arzobispo de Lima, don Bartolomé María de las Heras contribuyó personalmente a los gastos del ejército del rey; pero en 1821 se negó con nobles palabras a consentir la requisa de la plata de las iglesias ordenada por el virrey La Serna, así como a seguir al ejército realista en su marcha al interior. En cabildo abierto del 15 de julio de 1821 firmó en segundo lugar el acta que reconocía la independencia del Perú, acción que le ganó la simpatía de todos y de San Martín el primero.
Un personaje importante en la Independencia del Perú fue Toribio Rodríguez de Mendoza. Nacido en Chachapoyas en 1750. Obtuvo el doctorado de Teología en San Marcos y fue ordenado sacerdote en 1778. Fue rector del Real convictorio de San Carlos, aquí fue apoyado por José Baquíjano y Carrillo, así como por el jerónimo Diego Cisneros. Perteneció a la Sociedad Académica Amantes del País y colaboró en el Mercurio Peruano. Desde su cátedra difundió los principios del derecho natural y de gentes, alentando los ideales de independencia en los alumnos. Fue uno de los primeros en suscribir el acta de independencia. Ejerció la presidencia de la Junta eclesiástica de Purificación y formó parte de la “Sociedad patriótica”, colaborando en la Comisión de Constitución. Como diputado por Trujillo, presidió la preparación del primer congreso constituyente. Otros sacerdotes de gran valía en los temas de la independencia patria fueron Matías Maestro y Mariano José Arce, son eminentes también por su tarea como cronistas  Juan Domingo de Zamácola y  Francisco Javier Echevarría.
Es digno de notarse que en la del Perú, en contraste con otras repúblicas hispanoamericanas, nunca hubo hostilidad declarada por parte de los gobiernos o una persecución en forma, y ni siquiera solapada, contra la Iglesia Católica.
Participación importantísima en la revitalización del catolicismo peruano la constituyeron los muchos institutos religiosos femeninos que ingresaron al Perú a fines de siglo para empeñarse en la educación de la mujer, obras de beneficencia y de caridad en favor del pueblo.
Por último, a lo largo del siglo de la independencia del Perú, en medio de tantas alternativas prósperas y adversas, no faltaron personalidades de sacerdotes muy celosos y de obispos eminentes y apostólicos, de fuerte sello jerárquico y romano, que continuaron y adelantaron la tradición católica en el Perú.

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