jueves, 2 de julio de 2015

Biografía de Don Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda

Biografía de Don Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda, Obispo de Trujillo

                                                  Pool Alexander Castillo Valiente



En un trabajo precedente presenté groso modo la casi quinquenaria historia de la iglesia Catedral de Piura; en esa historia vino a colación un personaje que me llamó mucho la atención pues, a mi humilde modo de ver, podríamos decir que es el Toribio de Mogrovejo del norte del País. Se trata de monseñor Baltasar Jaime Martínez de Compañón, primero obispo de Trujillo, y luego Arzobispo de Santa Fe. Este trabajo pretende hacer conocida la figura de este gran obispo, que ejerció buena parte de su ministerio en tierras peruanas, a mis compañeros de la Facultad “Redemptoris Mater” del Callao.  De la manera que sigue damos descubrimiento a la figura y la obra de un clérigo navarro, monseñor Martínez de Compañón, que en el siglo XVIII puso en marcha en Perú un ambicioso plan educativo para la población indígena.

Don Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda nació en la villa de Cabredo, muy cerca de la Sierra de Codés, un 6 de enero de 1735 (algún biógrafo sitúa su nacimiento en 1737).  Estudió primeras letras y latinidad en su ciudad natal; filosofía en el convento mercedario de Calatayud; Leyes y Cánones en las universidades de Huesca y Zaragoza. En 1761 es ordenado sacerdote. Cinco años más tarde fue consultor del Santo Oficio en Madrid. Por designación de Carlos III (1767) viajó a Lima, para trabajar como Chantre de la Catedral. Fue también rector del Seminario de Santo Toribio (1770 – 1779). Además Concurrió al VI Concilio Limense (1772). El Papa Pío VI el 25 de febrero de 1778  le nombro Obispo de la diócesis Trujillo, que abarcaba los actuales departamentos de Tumbes a Áncash, accediendo a la sede episcopal en 1780 y permaneciendo en ella durante diez años, pues en 1791 pasa a ser nombrado Arzobispo de Santa Fe, ciudad ésta en la que fallecería siete años más tarde.

Pero vamos a detenernos un poco en sus casi diez años al frente de la diócesis de Trujillo. La verdad es que este buen  obispo navarro podía perfectamente haber cumplido con los mínimos que conlleva la misión; pero es evidente que fue más allá de lo que cualquiera le hubiese pedido. Se "complicó" la vida implicándose en la causa de los indígenas, hasta el punto de que elaboró y puso en marcha un ambicioso plan educativo en toda esa zona que hoy es  muy digno de admiración[1].

Monseñor Martínez  de Compañón durante sus casi diez años al frente de la diócesis de Trujillo fundó veinte pueblos y trasladó diecisiete; construyó nada menos que 54 escuelas para atender y dar efectividad a todo su plan educativo; construyó también seis seminarios, entre ellos el de San Carlos y San Marcelo, cuatro casas de educación para indios y treinta y nueve iglesias, a la vez que restauró otras veintiuna; permitió la reconstrucción de la catedral de Trujillo y su sagrario.  Además construyó una extensa red de caminos, 180 leguas de nuevos caminos en total; complementado todo ello con la construcción de tres acequias. Se preocupó de fomentar la agricultura del cacao y del lino; y en un ejemplo más de practicidad sembró árboles en toda la región de Sechura[2].

Es importante su labor en Trujillo porque se propuso visitar toda la diócesis, lo cual realizó en tres años, de 1782 a 1785 junto a un grupo de dibujantes y escribientes, en este tiempo escribió sus “Experiencias en Truxillo del Perú”[3]. Esto permitió la impresión de un detallado mapa del obispado  en 1787 y la reunión de unas 1300 láminas que en 9 volúmenes se conservan en la Biblioteca de Palacio, en Madrid. Estas láminas constituyen un tesoro invalorable pues ofrecen una detallada información gráfica sobre los aspectos etnográficos, botánicos y zoológicos del norte del Perú. Para que nos hagamos una idea un poco más clara de la envergadura de toda esta labor, baste con que sepamos que todo el área de trabajo de don Martínez de Compañón ocupaba una extensión de ciento cincuenta mil kilómetros cuadrados que integran costas, sierras y amplias masas de selva amazónica que en aquél momento eran desconocidas e inexploradas, lo que hoy sería el Valle del río Marañón.

Al margen de esta magna obra pastoral social y educativa, hay otro aspecto en la vida de monseñor Martínez-Compañón que sorprende sobremanera. Estamos ante un arqueólogo y ante un etnólogo de primer orden, es más es considerado el más importante precursor de la arqueología iberoamericana. Carlos III encargó a las autoridades eclesiásticas y a las autoridades civiles, a través de una Real Cédula, que se ocupasen de proteger y recoger en aquel continente todas aquellas cosas que considerasen "raras", curiosas, o de una antigüedad notoria, para que no se perdiesen. Probablemente, desde la perspectiva de hoy alguien podría considerar aquello como un expolio al patrimonio indígena, sin embargo hay que admitir que de aquel patrimonio indígena tan sólo ha llegado hasta nuestros días aquello que entonces se recogió. Aquel material quedó depositado en el Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. Y es aquí en donde hoy Perú puede decir que la labor de Martínez de Compañón fue clave para conocer hoy, con todo lujo de detalles, la realidad natural y sociocultural de aquellas gentes.

Martínez-Compañón estudió, ordenó y catalogó numerosas piezas de cerámica de la denominada Cultura Moche. Todas ellas las dibujó, y son esos dibujos los que hoy con gran celo se conservan. A todos esos dibujos hay que añadir cartas y planos, retratos de obispos de Trujillo, uniformes civiles y militares, clero secular y regular, trajes de indios y de españoles, descripción minuciosa de costumbres, de la vida agrícola, de la industria, minería, caza, pesca, deportes, música y danza, medicina, flora, fauna y arqueología. Aquel ingente trabajo sirvió entonces, y desde entonces, para que los habitantes del Perú conociesen mucho más a fondo su historia, para que la valorasen y para que la amasen, pero no por esto menoscabó un centímetro el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Supo enmarcar toda la labor antes dicha en el ámbito de la evangelización.

Una cosa curiosa es que este obispo de Trujillo se ocupó de elaborar lo que ha venido a denominarse desde entonces la “Lista de Martínez-Compañón”. Se trata de una lista de 43 palabras traducidas a las diferentes lenguas que se hablaban en su diócesis, es decir, están escritas en nueve idiomas, que son: castellano, quechua, yunga, colán, catacaos, culli, hivito y cholón. Varias de estas lenguas hoy están totalmente extinguidas, y estos 43 vocablos es todo lo que se conoce de ellas. Dicha lista es un documento esencial para comprender la situación etnográfica y lingüística del noroeste del Perú antes de la conquista[4].

Además de lo dicho Martínez de Compañón fue  un gran músico y enseñó a cantar en latín a los seminaristas de Cajamarca y sin duda el  mismo copió en pentagramas las famosas Cachuas y más de 16 piezas copiadas al pentagrama. Hay también más de 200 acuarelas, arte ejecutado con maestría.

Algo destacable es el afán modernizador del Obispo, lo que se evidencia en las disposiciones - que se repiten en todos los pueblos que visitó - vinculados con la erección de escuelas de primeras letras, así como en resolver aspectos de la vida cotidiana tales como los de vivienda, dotación de mujeres casaderas, etc. En las visitas de Ferreñafe, Lambayeque y demás pueblos el tono de las recomendaciones es similar: “La Iglesia asume su papel de ordenador de la vida social a través del arreglo de disposiciones morales y en el plano educativo". Entre las disposiciones que el Obispo Martínez de Compañón  encarga a los sacerdotes destaca que el cura, por ejemplo de Chiclayo,  procure que los padres de familia ejecuten la propuesta que les hiciera el mismo Obispo de construir dos alcobas, "La una para dormitorio de sus hijos varones, y la otra de sus hijas de 4 años en adelante a fin de que desde dicha edad duerman separados de sus padres y los unos de los otros entre sí como pide la honestidad y el decoro"[5]. Lo cual evidencia cierta precariedad en las viviendas indígenas en la época, de la cual no tenemos mayores detalles. El Obispo Martínez de Compañón se preocupaba por su feligresía, así que escribe una información sobre el mal trato que reinaba en las Minas de Gualgayoc, y recomienda al mismísimo Virrey de la Croix, lo que debería de legislar.

Para Martínez de Compañón la idea fundamental que rodeaba la condición social y humana del indio, era la miseria, entendida no solo en el campo espiritual, sino también en el moral, material y aplicable a la generalidad sin distinciones. La primera “miseria moral” se extendía a todos sus ámbitos: familiares, sociales, políticos y religiosos. Martínez de Compañón lo exponía en una carta dirigida al rey Carlos III fechada en Trujillo el 15 de Mayo de 1786.

Esta miseria moral era fruto, según el Obispo de la profunda ignorancia en que vivían sumergidos. Esta se extendía a todos los aspectos de la vida diaria desde los más elementales hasta los más generales. Sin embargo donde se manifestaba con más fuerza, era la incapacidad moral de este para distinguir el bien del mal, lo que implicaba por lo tanto la presencia generalizada y común de vicios y una ausencia de las principales virtudes. Dentro de los primeros, Martínez de Compañón nombra la embriaguez, la pereza, la ociosidad, la envidia y la mentira. Por el contrario se reafirma en la idea de la “aversión y horror” que mostraban a la honestidad y la virtud. Esta situación influía en aspectos tan capitales como la vida doméstica.[6]

Durante su visita pastoral el Obispo vio que era una situación común y generalizada el hecho de que familias enteras vivieran hacinadas en una casa y en una misma cama. Esta situación no era peor planteada por un aspecto tan fundamental como el alimenticio.

Compañón recomendaba a sus feligreses “El uso de la mesa para comer y senar y a que se separen de aquellas prácticas silvestres y agrestes que llegan a equivocarles y confundirlos con las bestias.[7]

La incultura y falta de educación era el patrimonio que según el cura de Chachapoyas, los indios dejaban a su prole. Según este “más quieren tener a sus hijos hechos esclavos para que les sirvan, y cuiden en su trabajo y agricultura que verlos instruidos y hechos hombres racionales”.[8]

De otro lado la miseria corporal se manifestaba en la pobreza y en el desprecio a que eran sometidos por otras castas incluidas: negros, zambos, mulatos y mestizos. Esta pobreza se manifiesta corporalmente en enfermedades – especialmente en zonas del este: sarna, lepra, etc.

El carácter indígena se resumía – según Martínez de Compañón – en tres conceptos fundamentales:

• La indolencia

• La dureza para con ellos mismos

• La perversidad

La indolencia les llevaba a ser reacios a todo tipo de contacto con la cultura española, lo que los colocaba en un continuo aislamiento.

A todo ello se unía la pervivencia de costumbres relacionadas con la superchería manifestadas en una excesiva fe en curanderos y hechiceros lo que implicaba – según el Obispo – un auto desprecio personal y a la salud y una ausencia total de sentido común.

Por último, la violencia, manifestaba en las constantes irreverencias de estos frente a autoridades civiles que contrastaba con una aparente facilidad y en los métodos represivos que incluso ellos mismos imponían a su raza.

Para terminar este repaso por la vida y obra de don Baltasar Jaime Martínez de Compañón, no puedo dejar de mencionar su labor en la que hoy es mi arquidiócesis: Piura. El Prelado estuvo en tierras piuranas por más de cinco meses. La importancia de la visita del obispo más allá de la formalidad, radica en que por la obra realizada por él, conocemos buena parte de la historia regional de Piura. La extensión  de la provincia de Piura justifica su estadía por  casi cinco meses. Quizá la obra más importante del obispo se halle en la fundación de nuevas poblaciones y en la creación de nuevas vice parroquias. La creación de Pueblos, en los que  se congregaron no sólo a los indios sino también negros, mestizos y españoles, muestra a un hombre libre de legalismos que con su actuar extiende la organización urbana por los despoblados valles y campos de Piura a lo largo del siglo XVIII. Pero además de lo señalado, el prelado proyectó para Piura un seminario de clérigos que no se concretó, como tampoco se hizo realidad su proyecto de fundar dos internados para la enseñanza de los indígenas, en los que por espacio de seis años se educaría a doscientos cincuenta “cholitos y cholitas”  no sólo respecto de la fe sino también  se les enseñaría las primeras letras y algún oficio, pero la falta de recursos haría fracasar dicho proyecto[9].

Fue promovido a la Arquidiócesis de Bogotá  el 13 de setiembre de 1788, pero  permaneció en Trujillo hasta el 16 de enero de 1791, durante ese tiempo envió al Príncipe de Asturias sus valiosas colecciones de antigüedades peruanas existentes en el Museo Arqueológico de Madrid.

Murió en Bogotá en 1797.


BIBLIOGRAFÍA




CHUNGA HIDALGO, Laurence.- La administración de los Borbones en UDEP, Historia  de Piura.- Instituto de Investigaciones Humanísticas, Departamento de Humanidades, Universidad de Piura, 2004, pp 300 -301
SEMINARIO  OJEDA, Miguel Arturo.- Martínez Compañón y la fundación de Pueblos en Piura,  en UDEP,  Vida y obra del Obispo Martínez Compañón.  Piura, Universidad de Piura, 1991.
VARGAS UGARTE, Rubén.- Don Baltasar Jaime Martínez de compañón, Obispo de Trujillo (Nuevos Estudios), en Mercurio peruano, 303  (1952), pp 247 – 258
aprenhenderla historia.blogspot.com/2012/biografía de- Baltazar –martinez de.html.






[2] Códice Trujillo del Perú o Códex Martínez Compañón enwww.cimarrones_peru.org/codice_trujillo.php

[3] Cfr. Ibídem.

[4] Códice Trujillo del Perú o Códex Martínez Compañón enwww.cimarrones_peru.org/codice_trujillo.php


[5] SEMINARIO  OJEDA, Miguel Arturo.- Martínez Compañón y la fundación de Pueblos en Piura,  en UDEP,  Vida y obra del Obispo Martínez Compañón.  Piura, Universidad de Piura, 1991.
[6] Cf. VARGAS UGARTE, Rubén.- Don Baltasar Jaime Martínez de compañón, Obispo de Trujillo (Nuevos Estudios), en Mercurio peruano, 303  (1952), pp 247 – 258

[7] Cf. aprenhenderla historia.blogspot.com/2012/biografía de- Baltazar –martinez de.html.

[8] Cf. Ibídem
[9] CHUNGA HIDALGO, Laurence.- La administración de los Borbones en UDEP,  Historia  de Piura.- Instituto de Investigaciones Humanísticas, Departamento de Humanidades, Universidad de Piura, 2004, pp 300 -301

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