jueves, 2 de julio de 2015

PADRE JOSÉ MARTÍN CUESTA: “Entre el Cóndor y el Marañón”. Memorias misioneras.

PADRE JOSÉ MARTÍN CUESTA: “Entre el Cóndor y el Marañón”. Memorias misioneras.

                                                                             Carlos Ezequiel Rosillo Julca

El Padre José Martín Cuesta es un jesuita extremeño que en 1944 arribó al Perú y al año siguiente fue enviado como misionero a la selva, donde evangelizó a aguarunas y huambisas. El libro está dividido en dos bloques, el primero, llamado En camino misionero, ubica al lector en la realidad familiar del misionero; el segundo, lleva por título En la misión del Marañón, aquí se inician ya las memorias misioneras propiamente dichas.
El libro es, ante todo, un testimonio donde el autor se limita a narrar los hechos que ha visto y de los que ha sido protagonista sin añadir un análisis posterior; sólo  muy pocas veces hace una relectura de lo que narra. Cuenta los viajes misioneros por los ríos Santiago, Nieva, Marañón y otros menores del padre José Martín quien, al mismo tiempo que atendía espiritualmente a cristianos ya bautizados y a soldados peruanos, procuraba poner las bases para ir evangelizando poco a poco a los aguarunas y huambisas.  El padre Martín fue el primero que entró en contacto con la tribu Aguaruna en Chingunsal, saliendo para aquella expedición de San Ignacio. Bajó varias veces los pongos del Marañón desde el puerto fluvial de Bellavista en las frágiles balsas de entonces y fundó el puesto misional de Santa María de Nieva.
El libro hace una diferencia en la población. Por una parte están los campesinos, personas que ya han sido evangelizadas y viven “como pueden” su cristianismo; por otro lado están los aguarunas y los demás indígenas que, en su gran mayoría, no habían recibido el sacramento del bautismo.
Las Memorias misioneras recogen una rica información sobre las fiestas religiosas de los campesinos selváticos, la recepción de los sacramentos, la actitud ante la muerte, el dinamismo desatado ante la construcción de templos y capillas, la ética y los valores familiares, la persistencia de viejas creencias no cristianas y sobre otros muchos aspectos de un cristianismo que podríamos llamar popular.
Aquí también encontramos una rica información sobre la promoción humana llevada a cabo por los misioneros en favor de los campesinos y de los indígenas, buscando la integración de estos últimos a la sociedad nacional, preocupándose de la educación con el establecimiento de escuelas, como la de oficios y artes para aguarunas, y la salud con la fundación de postas y hospitales. Además de esto las memorias muestran el intento del padre Martín de probar nuevos métodos como la radio y la cooperación mutua, en este sentido resulta interesante conocer, en cada uno de los puestos de misión y parroquias que se le confían, no sólo el inicio de las distintas experiencias que emprendió sino las vicisitudes que la evangelización y puesta en marcha de sus iniciativas conllevaron.
El libro ofrece abundancia de datos y nombres, que en un principio podría ocasionar  un poco de cansancio, sin embargo, esto le da un gran valor histórico; y precisamente en orden a buscar exactitud histórica, el autor presenta muchos documentos, nombres, artículos y cartas. Al respecto de estas últimas, una que me llamó mucho la atención fue la escrita al padre Rubén Vargas Ugarte en 1948, aquí ambienta y resume uno de sus tantos viajes. En la carta señala con beneplácito haber bautizado 474 aguarunas, pero a la vez señala una dificultad grande: la presencia de misioneros protestantes, pues estos tenían muchos recursos y estaban bien organizados y ya se encontraban veintidós años en el Marañón, sin embargo, también dice con claridad que no han avanzado mucho pues los aguarunas no los miran bien por su prohibición del masato y por los negocios en los que han incursionado.
 Aunque “Entre el Cóndor y el Marañón” no sea un libro de historia de la Iglesia propiamente dicha, sino que recoge las experiencias de un misionero, pienso que su lectura y profundización servirían de mucho en la estructuración de la historia de la Iglesia en el Perú del siglo XX, sobre todo porque la misión allí en la selva sigue ingente. El padre Martín ha sido un misionero a carta cabal, comparable con los de la primera hora, de recia personalidad y espíritu emprendedor. Que el Señor le tenga en su gloria.

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