MADRE MAGDALENA DE LA EUCARISTÍA
CARMELITA DESCALZA
La Madre Magdalena d la Eucaristía,
Carmelita Descalza, nació en Madrid (España) el 14 de diciembre de 1894. Ingresó
7 de diciembre de 1926 en el Carmelo del Cerro de los Ángeles, fundado por Santa
Maravillas de Jesús. En el momento de pisar la clausura le ocurrió como a Santa
Teresa: “que mudó Dios la sequedad de su alma en grandísima ternura” y nunca
jamás “supo lo que era descontento de ser monja”. Pensaba que no iba a hacer
más que llorar y fue todo lo contrario, fue muy feliz.
Durante la gloriosa Cruzada contra el comunismo,
siguió a su comunidad, primero a Madrid y luego al desierto de las batuecas,
hasta que en mayo de 1939 se reanudó en el Cerro la vida de Comunidad. Fue
entonces nombrada Maestra de Novicias, cargo al que su humildad profundísima se
resistió cuanto pudo, pero que Dios bendijo con una lluvia de vocaciones. Hasta
dieciséis novicias estuvieron a un tiempo bajo su dirección.
Hija queridísima
de santa Maravillas, le ayudó en todas sus fundaciones. Su caridad era grande
con su madre del alma y siempre se hacía presente con donaciones grandes para
sus fundaciones. La santa le llamaba “mi hija de consolación” y existen 1400
cartas dirigidas de santa Maravillas a madre Magdalena.
En 1944 fue elegida priora del Cerro
de los Ángeles al partir santa Maravillas a la fundación de Mancera, su
humildad le haría resistirse al cargo que por santa obediencia aceptó. Sería 28
años priora desde ese momento, prestando ese servició también en Aravaca y
Montemar – Torremolinos. Por los carmelos donde pasó, los dejó impregnados
de sus virtudes.
Brillaban entre
sus virtudes, su amor a la pobreza, su humildad, su obediencia, su generosidad,
el olvido de sí; Dios le dio el don de las lágrimas. Era una enamorada de
Jesucristo, pasaba tratando de amores con Él en el Sagrario. Su entrañable amor
al Santísimo Sacramento le inspiró la idea de dedicarse con grandísimo afán a
ayudar a las iglesias que los rojos comunistas habían destrozado y profanado.
Sufría con la pobreza de Jesucristo en tantos Sagrarios. A la que todo le parecía
demasiado para ella todo le parecía poco para su Rey. Años enteros trabajó
incansablemente haciendo y arreglando ornamentos y sobre todo procurando
Sagrarios a los párrocos de innumerables pueblecitos castellanos. Con todo,
nunca quiso contar ni apuntar lo que daba; Dios lo tenía escrito en su Corazón
y eso le bastaba. Nunca tuvo otro ideal en su vida más que éste: contentar a su
Dios. Le encantaba aquella exclamación de la madre Sacramento: “¡Cuando Tú
estás contento, yo me vuelvo loca!”.
Dios le regalo
una enfermedad en esta última etapa de su vida, en la que, más que nunca se le vio de una manera admirable la
heroicidad de sus virtudes. Le dio cáncer, una cáncer que les destrozaría su mandíbula,
pero jamás se le voy quejarse, con qué alegría y paciencia llevó su enfermedad
y los dolores que la aquejaban, los médicos quedaban edificados de la manera
como lleva su enfermedad, jamás se quejaba al contrario hacia bromas para que
sus hijas no sufran.
El
24 de Agosto de 1972 en Aravaca, Dios la llamó a su presencia, un día Jueves
día dedicado al Santísimo Sacramento del Altar al que ella tanto amó; el Amado
de su alma vino a buscarla a su pobre celda donde se había inmolado por la
gloria de Dios y la salvación de las almas. Murió santamente rodeada del amor y
veneración de sus hijas, dejando un recuerdo hasta hoy lleno de la fortaleza,
de alegría y de la paz que la caracterizaron durante toda su vida y aún más
durante su última enfermedad.
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