De una entrevista al Cardenal Domenico Bartolucci
sobre Liturgia
Traigo a
colación esta interesantísima entrevista originalmente publicada por
Disputationes Theologicae concedida por Monseñor Domenico Bartolucci, de 92
años, nombrado por Pío XII Maestro “ad vitam” de la Capilla Sixtina pero
alejado del cargo en 1997, debido a la intervención de Mons. Piero Marini, una
medida que fue vigorosamente rechazada por el entonces Cardenal Joseph
Ratzinger. Fue creado Cardenal por el Santo Padre
Benedicto XVI.
Por Pucci Cipriani
y Stefano Carusi
Maestro, la reciente
publicación del Motu Proprio “Summorum Pontificum” ha traído un soplo de aire
fresco en el desolador panorama litúrgico que nos rodea; también usted puede
ahora, por lo tanto, celebrar la “Misa de siempre”.
-"Pero, a decir
verdad, yo siempre la he celebrado ininterrumpidamente, a partir de mi
ordenación… tendría dificultad, en cambio, no habiéndola dicho nunca, en
celebrar la Misa del rito moderno".
¿Nunca abolida,
entonces?
-"Son las
palabras del Santo Padre, aún si algunos fingen no entenderlas y si muchos en
el pasado han sostenido lo contrario".
Maestro, será
necesario conceder a los denigradores de la Misa antigua que esta última no es
“participada”…
-"¡No digamos
disparates! He conocido la participación de los tiempos antiguos tanto en Roma,
en la Basílica, como en el mundo, como aquí abajo en el Mugello, en esta
parroquia de este bello pueblo, un templo poblado de gente llena de fe y de
piedad. El Domingo, en las vísperas, el sacerdote habría podido limitarse a
entonar el “Deus in adiutorium meum intende” y luego ponerse a dormir sobre el
asiento… los campesinos habrían continuado solos y los jefes de familia habrían
pensado en entonar las antífonas".
¿Una velada
polémica, Maestro, respecto al actual estilo litúrgico?
-"Yo no sé si,
¡ay de mí!, han estado en un funeral: “aleluya”, aplausos, frases risueñas, uno
se pregunta si esta gente leyó alguna vez el Evangelio; Nuestro Señor mismo
lloró sobre Lázaro y su muerte. Aquí, con este sentimentalismo insípido, no se
respeta ni siquiera el dolor de una madre. Yo les habría mostrado cómo asistía
al pueblo a una Misa de difuntos, con qué compunción y devoción se entonaba
aquel magnífico y tremendo “Dies Irae”."
¿La reforma no ha
sido hecha por gente consciente y doctrinalmente formada?
-"Discúlpeme,
pero la reforma ha sido hecha por gente árida, se lo repito, árida. Y yo los he
conocido. En cuanto a la doctrina, el Cardenal Ferdinando Antonelli, de
venerada memoria, solía decir a menudo: ¿“qué hacemos liturgistas que no
conocen la teología?”."
Estamos de acuerdo
con usted, Monseñor, pero es cierto también que la gente no entendía…
-"Queridísimos
amigos, ¿han leído alguna vez a San Pablo: “no importa saber más allá de lo
necesario”, “es necesario amar el conocimiento ‘ad sobrietatem’”. De aquí a
algunos años se intentará entender la transubstanciación como se explica un
teorema de matemática. ¡Pero si ni siquiera el sacerdote puede comprender hasta
el fondo tal misterio!"
¿Pero cómo se llegó,
entonces, a esta distorsión de la liturgia?
-"Fue una moda,
todos hablaban, todos “renovaban”, todos pontificaban, en la estela del
sentimentalismo, de reformas. Y las voces que se levantaban en defensa de la
Tradición bimilenaria de la Iglesia eran hábilmente calladas. Se inventó una
especie de “liturgia del pueblo”… cuando escuchaba estas frases, me venían en
mente las palabras de mi profesor del seminario que decía: “la liturgia es del
clero para el pueblo”, ella desciende de Dios y no sale desde abajo. Debo
reconocer, sin embargo, que aquel aire hediondo se ha hecho menos denso. Las
jóvenes generaciones de sacerdotes son, tal vez, mejores que las que las han
precedido, no tienen los furores ideológicos dominados por un modernismo
iconoclasta, están llenos de buenos sentimientos pero les falta
formación."
¿Qué quiere decir,
Maestro, con que “les falta formación”?
-"¡Quiero decir
que queremos los seminarios! Hablo de aquellas estructuras que la sabiduría de
la Iglesia había cincelado elegantemente durante los siglos. No se da cuenta de
la importancia del seminario: una liturgia vivida, los momentos del año son
vividos “socialmente” con los hermanos… el Adviento, la Cuaresma, las grandes
fiestas que siguen a la Pascua. Todo esto educa, ¡y no se imagina cuánto! Una
retórica tonta dio la imagen de que el seminario arruina al sacerdote, de que
los seminaristas, alejados del mundo, permanecen encerrados en sí mismos y
distantes de la gente. Todas fantasías para disipar una riqueza formativa
plurisecular y para remplazarla luego con nada."
Retornando a la
crisis de la Iglesia y al cierre de muchos seminarios, ¿Usted es partidario de
un retorno a la continuidad de la Tradición? -"Mire defender el rito
antiguo no es ser del pasado sino ser “de siempre”. Vea, se comete un error
cuando a la misa tradicional se la llama “Misa de San Pío V” o “Tridentina”,
como si fuese la Misa de una época particular: es nuestra Misa, la romana, es
universal en los tiempos y en los lugares, una única lengua desde la Oceanía
hasta el Ártico.
Por lo que respecta
a la continuidad en los tiempos, quisiera contarles un episodio. Una vez
estábamos reunidos en compañía de un Obispo, cuyo nombre no recuerdo, en una
pequeña iglesia del Mugello, y llegó la noticia de la repentina muerte de un
hermano nuestro, propusimos celebrar enseguida una Misa pero nos dimos cuenta
de que sólo había misales antiguos. El Obispo rechazó categóricamente celebrar.
No lo olvidaré nunca y reitero que la continuidad de la liturgia implica que,
salvo minucias, se pueda celebrar hoy con aquel viejo misal polvoriento tomado
de un estante y que hace cuatro siglos sirvió a un predecesor mío en el
sacerdocio."
Monseñor se habla de
una “reforma de la reforma” que debería limar las deformaciones que vienen de
los años sesenta…
-"La cuestión
es bastante compleja. Que el nuevo rito tenga deficiencias es ya una evidencia
para todos y el Papa ha dicho y escrito varias veces que debería “mirar al
antiguo”; sin embargo, Dios nos guarde de la tentación de los líos híbridos; la
Liturgia, con la “ele” mayúscula, es la que nos viene de los siglos, ella es la
referencia, no se la debe corromper con compromisos “a Dio spiacenti e a
l’inimici sui” [que desagradan a Dios y a sus enemigos]."
¿Qué quiere decir,
Maestro?
-"Tomemos, como
ejemplo, las innovaciones de los años sesenta. Algunas “canciones populares”
beat y horribles y tan de moda en las iglesias en el ’68, hoy ya son trozos de
arqueología; cuando se renuncia a la perennidad de la tradición para hundirse
en el tiempo, se está condenado al cambiar de las modas. Me viene a la mente la
Reforma de Semana Santa de los años cincuenta, hecha con una cierta prisa bajo
un Pío XII ya cansado. Y bien, sólo algunos años después, bajo el pontificado
de Juan XXIII (quien, más allá de lo que se diga, en liturgia era de un
tradicionalismo convencido y conmovedor), me llegó una llamada de Mons. Dante,
ceremoniero del Papa, que me pedía preparar el “Vexilla Regis” para la
inminente celebración del Viernes Santo. Respondí: “pero lo han abolido”. Se me
respondió: “el Papa lo quiere”. En pocas horas, organicé las repeticiones de
canto y, con gran alegría, cantamos de nuevo lo que la Iglesia había cantado
por siglos en aquel día. ¡Todo esto para decir que, cuando se hacen desgarros
en el tejido litúrgico, esos agujeros son difíciles de cubrir y se ven! Nuestra
liturgia plurisecular debemos contemplarla con veneración y recordar que, en el
afán de “mejorarla”, corremos el riesgo de hacerle sólo daños."
Maestro, ¿qué papel
tuvo la música en este proceso?
-"Tuvo un rol
importante por varias razones. El melindroso cecilianismo, al cual ciertamente
Perosi no fue ajeno, introdujo con sus aires pegadizos un sentimentalismo
romántico nuevo, que nada tenía que ver con aquella densidad elocuente y sólida
de Palestrina. Ciertas extravagancias de Solesmes habían cultivado un
gregoriano susurrado, fruto también de aquella pseudo restauración
medievalizante que tanta suerte tuvo en el siglo XIX.
Cundía la idea de la
oportunidad de una recuperación arqueológica, tanto en música como en liturgia,
de un pasado lejano del cual nos separaban los así llamados “siglos oscuros”
del Concilio de Trento… Arqueologismo, en resumen, que no tiene nada que ver
con la Tradición y que quiere restaurar lo que tal vez nunca ha existido. Un
poco como ciertas iglesias restauradas en estilo “pseudo-románico” por
Viollet-le-Duc.
Por lo tanto, entre
un arqueologismo que quería remitirse al pasado apostólico, prescindiendo de
los siglos que nos separan de ellos, y un romanticismo sentimental, que
desprecia la teología y la doctrina en una exaltación del “estado de ánimo”, se
preparó el terreno para aquella actitud de suficiencia respecto a lo que la
Iglesia y nuestros Padres nos habían transmitido."
¿Qué quiere decir,
Monseñor, cuando en el ámbito musical ataca a Solesmes?
-"Quiero decir
que el canto gregoriano es modal, no tonal; es libre, no ritmado, no es “uno,
dos tres, uno dos tres”; no se debía despreciar el modo de cantar de nuestras
catedrales para sustituirlo con un susurro pseudo-monástico y afectado. No se
interpreta un canto del Medioevo con teorías de hoy sino que se lo toma como ha
llegado hasta nosotros; además, el gregoriano sabía ser también canto de
pueblo, cantando con fuerza nuestro pueblo expresaba su fe. Esto Solesmes no lo
entendió, pero todo esto sea dicho reconociendo el gran y sabio trabajo
filológico que hizo con el estudio de los manuscritos antiguos."
Maestro, ¿en qué punto
estamos, entonces, de la restauración de la música sagrada y de la liturgia?
-"No niego que
haya algunos signos de restablecimiento. Sin embargo, veo el persistir de una
ceguera, casi una complacencia por todo lo que es vulgar, grosero, de mal gusto
e incluso doctrinalmente temerario… No me pida, por favor, que dé un juicio
sobre las “chitarrine” y sobre las “tarantelle” que todavía nos cantan durante
el ofertorio… El problema litúrgico es serio, no se debe escuchar a aquellas
voces que no aman a la Iglesia y que se lanzan contra el Papa. Y si se quiere
sanar al enfermo, hay que recordar que el médico piadoso hace la llaga
purulenta…"
La entrevista
fue traducida por el magnífico blog "La Buhardilla de Jerónimo"
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